1 de enero, 2025


Ayer “festejé” Año Nuevo. Una forma de decir. A mí los balances me hacen mal, suelo ir por el camino de lo que salió mal, y ahí me quedo, atascada en el lodo del fracaso. Sin embargo, me he propuesto un plan para que la cosa fluya distinto. Bien dicen que no hay mal que dure cien años. Los avances de la ciencia en búsqueda de la longevidad extrema están a mi favor, aunque, para ser sincera preferiría comenzar con la racha de éxitos un poco más rápido. Ya vienen siendo varios años de cosechas escasas y hay que ponerle un poco de picante a la cosa, si no quiero terminar internada por desesperación.

Mi abuela Juanita decía, con práctica sabiduría: “Principio quieren las cosas”. Es necesario empezar para que las cosas se muevan, dar el primer paso para comenzar la caminata. Ese pragmatismo me resuena en la cabeza y pienso en los romanos, aunque mi abuela fuera argentina hija de vascos. Los antiguos romanos se caracterizaron por su capacidad para resolver problemas de cualquier tipo de una manera práctica y funcional. Hasta el día de hoy esa habilidad sigue marcando el ritmo del mundo occidental. Con la copa servida para despedir al 2024 y darle la bienvenida al 2025 (admito que me costó horrores llegar despierta a las doce de la noche, así que para ganar tiempo opté por brindar en pijamas), con la mente y el corazón puestos en comenzar una nueva etapa en la vida, vienen a mi cabeza las distintas aristas históricas, antropológicas y filosóficas, que encierran la llegada de un nuevo año. Comenzó la digresión.

Primero de enero. Ha comenzado un nuevo año. Así lo decretaron los romanos hace más de 2000 años, cuando el gran Julio César ordenó reoganizar el tiempo que transcurre entre el fin de un período anual y el comienzo de otro, basado en el tiempo que se necesita para que la Tierra le de una vuelta completa al Sol. Sin dudas, el calendario occidental le debe mucho a don Julio y a su astrónomo de confianza, Sosígenes.

Que el año comience en enero es seguramente una arbitrariedad, lo que no quiere decir un capricho. Capricho hubiera sido empezar un 13 de mayo, o un 24 de octubre. Como todo, la organización del calendario tiene una historia detrás. Una historia de miles de años que nos vincula con algo primigenio de la humanidad. Ser conscientes del tiempo, del espacio y de sus implicancias naturales, psicológicas, filosóficas, espirituales, políticas, ha construido nuestra cultura, nuestras dudas existenciales, el valor que le damos al pasado, cómo nos atraviesa el presente y la energía que le ponemos al futuro que queremos construir.

¿Por qué el año comienza en enero? Es exactamente esa antiquísima cultura romana la que nos da la explicación. Para los antiguos romanos enero (Ianuarius en latín) era el mes consagrado al dios Jano. Jano era un dios particular. Poseía dos caras, una que miraba hacia atrás y la otra, hacia adelante.  Eso lo convertía en la deidad indicada para afrontar las transiciones, para observar los finales y enfrentar los comienzos. ¿Qué dios mejor que él para comenzar un nuevo ciclo? A él le debería ofrendar el inicio de este proyecto.

            El calendario juliano, creado a pedido del gran Julio Cesar, marcó el ritmo del devenir del tiempo durante el auge y caída del Imperio Romano y del mundo occidental. Sin embargo, el cristianismo puso en tela de juicio el alto significado pagano de esta organización temporal. Durante siglos la Iglesia intento trasladar el comienzo del año al 25 de marzo, fecha en la que se celebraba la aparición del Arcángel Gabriel ante la Virgen María. Sin duda esto representaba un problema: lo que se mandaba no era lo que se acataba. Enero era un momento arraigado a la en la gente común como inicio de un nuevo ciclo. Además, las personas aún vivían condicionadas por lo que dictaba la naturaleza de manera inapelable. A partir de enero (ya sé, un poco antes, con el solsticio de invierno) los días se alargaban, las penumbras eran vencidas por la luz. La vida lentamente renacía.  El principio del año no podía ser en otro momento. En la oscuridad que se resquebraja día a día, era el momento de plantar una idea de esperanza con el comienzo de algo nuevo. Pero, con el paso de los años, se generó un inconveniente no menor: el calendario juliano arrastraba una diferencia de minutos en el conteo de los días, que con el tiempo (los siglos) había llevado a que las Pascuas, uno de los eventos más significativos del cristianismo, se atrasaran cada vez más. Era necesario subsanar el error y llevar un poco de orden a los países de Europa para que los días no cambiaran al cruzar las fronteras. Fue así que el Papa Gregorio XIII ordenó al astrónomo alemán Christopher Clavius que resolviera el problema. Y así lo hizo. Se dividió el año calendario en 365 días, 48 minutos y 46 segundos, con un año bisiesto cada cuatro años. De esta manera se resolvió el inconveniente que había generado la acumulación de 11 minutos y 14 segundos por año que le sobraban al calendario juliano. En 1582 el calendario se impuso, por así decirlo, de un día para el otro, con el detalle de que para subsanar el desfasaje que había sufrido durante tatos años, la gente se fue a dormir el 5 de octubre del calendario juliano, para levantarse al día siguiente, el 15 de octubre, según el nuevo sistema del calendario gregoriano. Podría decirse que varios, ese año, no pudieron festear su cumpleaños.

Hace un tiempo vaticiné en Instagram que estaban por llegar cosas nuevas. Fiel a mi estilo, lo prometido es deuda. Hoy, 1 de enero de 2025 sale al mundo el primer post de mi página web. ¿Por qué el 1 de enero? Bueno, porque soy hija de la cultura romana occidental y el calendario dice que comienza un nuevo año. También un poco porque sí. Porque he estado mucho tiempo en silencio, alejada de lo que amo, que es escribir, leer, hablar de Historia, hablar casi de cualquier cosa, es que esto empieza ahora. Porque estoy cansada (vaya paradoja, y recién comienza el año, dirán muchos). Porque ya estoy grande y es, tal vez, la última oportunidad de ir a por mis sueños. Porque no tengo trabajo (aún). Porque recuerdo las lágrimas de mi padre, en la cama, entre sus dolores corporales, emocionado por la poesía escrita por mí, que mi mamá le leía medio en secreto, en esos rituales a media voz que hacen los padres cuando hablan de los logros de sus hijos. Por todas estas cosas y por otras que guardo para mí (este primer post sería demasiado extenso y monótono) es que comienzo este canal de comunicación justo ahora, primero de enero de 2025. Nos encontraremos para leer sobre Historia, para bucear en la literatura, para acompañar mi camino como escritora, para leer sobre otros caprichos que surjan durante el paseo. En el mientras tanto, la intención es construir una comunidad variopinta; es compartir con ustedes las pasiones que dan continente y contenido a mi persona. Instagram será el punto de encuentro diario (¡lo que es apuntar alto…!), el blog será una reunión íntima una vez a la semana. Hay más proyectos, que se están cocinando a fuego lento, pero que espero tengan buen sabor cuando salgan del horno. Ya se enterarán. Todo se los iré contando con tiempo, con felicidad y energía, o con rabia y desosiego. Algunos escritores tenemos esta volubilidad mental, evidentemente.

            Necesitaré de su acompañamiento, de su paciencia, de su compromiso, de su participación. Necesitaré (y mucho) de que inviten a sus amigos y a sus enemigos, que hagan correr la voz para llegar a más gente, para que se haga la gigante bola de nieve, para que el Señor Algoritmo me haga la gauchada de vez en cuando y me sube en el ranking de gente conocida sólo por su familia. Me faltan muchos seguidores si la intención es convertirme en influencer, o para ser más precisa en influencer cultural. Tal  vez comienzo una nueva moda. Tal vez convertimos a la cultura en tendencia. Tal vez la cultura sea finalmente un duradero trending topic.

            Comienza el año. Hagamos los honores.

P.D.: Si te interesa saber un poco más de la historia de los distintos calendarios que ha habido a lo largo de la Historia y que aún en la actualidad marcan el orden de nuestros días, te invito a que me dejes un comentario. Toda excusa es válida para aprender más de Historia. ¡Nos vemos pronto!


2 respuestas a “1 de enero, 2025”

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